La Independencia del espíritu por Manuel Gálvez




A continuación transcribo un artículo de este magistral y olvidado libro de uno de los mejores novelistas que tuvo nuestro país y que por las maniobras políticas de silenciamiento, tanto de izquierda como de derecha, hoy es prácticamente imposible de conocerse. Simplemente hago justicia.





"Quiero decirlo claramente: no existe hoy en el mundo, ni existió tal vez nunca, la libertad de pensamiento. Ahora, como en la Edad Media, el pensamiento es libre mientras no sale del fuero interno; pero no hay libertad verdadera para expresarlo. Y no existe la libertad de pensamiento porque el espíritu no es libre, como no lo era en la Edad Media. El espíritu es solamente libre cuando está de acuerdo con las doctrinas oficiales y predominantes, lo cual ocurría también en la Edad Media. Pero si un hombre, creyéndose libre, opina en contra de esas doctrinas establecidas, los demás, por propia voluntad o por obligación, lo condenan, lo aislan, oprimen su pensamiento.
Esto lo vimos durante la gran guerra. Romain  Rolland, el escritor francés contemporáneo que ha realizado una obra más humana y más profunda, fue calumniado, acusado y escarnecido en su patria por haber considerado esa guerra como una guerra civil y por haber predicado la solidaridad y la paz. Y Nicolai, en Alemania, sufrió la cárcel y la pérdida de sus bienes y sus títulos por el mismo crimen que Romain Rolland. Todos aquellos que en distintas naciones opinaron por su propia cuenta, prescindiendo de las doctrinas oficiales y en disconformidad con ellas, fueron perseguidos también. Y hoy día, terminada la guerra, esos hombres viven aislados, como si el anatema social hubiese caído sobre ellos.
Se me dirá que esos hombres han podido publicar sus libros, lo cual prueba la independencia del espíritu. No, esto no prueba la independencia del espíritu. Esto prueba, solamente, que hay héroes de la libertad de espíritu. Aceptar el sacrificio en defensa de una idea no es tener libertad para defenderla; los cristianos que morían en el circo no eran libres de ser cristianos por haber aceptado el martirio. En el mejor de los casos, eso probaría que sólo pueden ser libres los grandes varones, aquellos espíritus fuertes y geniales que tienen el coraje de luchar contra todos, contra el Estado, contra la sociedad, contra la familia, contra los individuos, contra las instituciones. Pero ¿cuántos hombres son capaces de aceptar una libertad de esa suerte? ¿Y puede darse el nombre de libertad a lo que apenas es para unos pocos abnegados?
Pero pongámonos en la realidad diaria. Tú, que me lees, ¿te sientes libres, en verdad? Si tienes una idea que no es la de todos los que están cerca de ti, ¿podrás expresarla sin que nadie coarte tu libertad? Y yo, escritor, ¿soy libre, acaso? ¿No he tenido, más de una vez, que limitar mi pensamiento, suavizarlo, disfrazarlo para que pueda vivir? Y aun así, ¿no he debido sufrir cuando mis ideas, y hasta mis simples observaciones de la vida real, no eran las de todos?
El espíritu no es libre porque la mayoría de los hombres no quiere que sea libre. La mayoría de los hombres, incapaz de una libertad que no comprende y que de nada le serviría, la odia. La mayoría de los hombres no tolera la desigualdad, no admite que alguien pretenda quitarle sus opiniones hechas, sacándole de la cómoda situación de pensar lo que otros han pensado Los espíritus rebañegos se vengan del espíritu que quiere ser libre. Como ellos no comprenden otro plano que el de los intereses materiales, atribuyen al espíritu libre los bajos intereses que en la vida real suelen tener los hombres. Nadie comprende que el espíritu esté en una esfera y la realidad y la acción en otra. Si un escritor argentino juzgara ahora los partidos políticos desde un punto de vista ideológico, en la plena independencia de su espíritu, la maldad humana sólo buscaría saber cuál es el más favorecido o el menos criticado de esos partidos; y según el resultado aparente, atribuiría al pensador el propósito de lograr una posición gubernativa o de adular al pueblo.
No, no existe la independencia del espíritu. Para ser libre, el espíritu no debe ser limitado ni coartado. El espíritu será libre cuando los hombres, menos perversos y más cultos que los de ahora, reconozca la diferencia entre esas dos esferas. Yo admito que el hombre no sea libre en su acción, porque en la acción ha de encontrarse con el derecho de los demás. Pero el espíritu debe ser ilimitadamente libre, libre en sí mismo, libre de la maldad ajena, libre de todas las trabas que hoy le ponen la incomprensión, la incultura, el dogmatismo. El espíritu sólo será libre cuando los hombres sepan respetarlo, aun en sus errores: cuando los hombres sepan que hay en él algo de divino."




Gálvez, Manuel: El Espíritu de Aristocracia y otros ensayos, Agencia General de librería y publicaciones, Buenos Aires, 1924, pp. 137-141 

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