Creí que el pobre corazón ya estaba
compuesto para siempre. Me lo había
atado con cuerdas de poesía
de mi lira alta y pura
Comenzaba
a florecer, por donde yo pasaba,
nueva y jentil, la primaver mía;
sueños de paz y cantos de alegría
la luz del sol en mi rincón entraba.
Entre las rosas, tú te apareciste,
como siempre reidora e inconstante,
salvando redes y tendiendo lazos...
El mirar noble se me puso triste,
y el mal atado corazón amante
se me quedó, otra vez, hecho pedazos.
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