Francisco Núñez Proaño - Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro: dos formas de morir.

Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro: dos formas de morir.

6 de Agosto de 1875 y 28 de Enero de 1912, dos fechas marcadas con sangre, dos formas de morir…

Los asesinos:
La muerte de Gabriel García Moreno fue producto de un complot organizado y financiado por gobiernos extranjeros controlados por sectas, aplicado en el Ecuador por un grupo de exaltados por lo que ellos llamaban “libertad”, instigados por los panfletos incendiarios de Juan Montalvo… donde participaron Manuel Polanco, Manuel Cornejo Astorga, Abelardo Moncayo, Francisco Sánchez, Gregorio Campuzano, Roberto Andrade, Juan Elías Borja, hijo del Borja “martirizado”, Rafael Portilla, dos sobrinos de Juan Montalvo Teodoro y Adriano y por supuesto Faustino Lemus Rayo o Rayo Lemos: 11 personas en total implicadas directamente en el asesinato material.
Cuando Eloy Alfaro fue detenido en Guayaquil, los gobiernos de Estados Unidos y de Gran Bretaña a través de sus cónsules en el puerto principal, intervinieron a favor de Alfaro tratando de impedir su traslado a Quito y promoviendo el movimiento revolucionario para el triunfo alfarista, tal fue la alevosía de la intervención en la política interna de estos Estados en el Ecuador, que Carlos Rodolfo Tobar, Canciller de la República, realizó una protesta formal y pública a los cónsules de estos países en Guayaquil. Los asesinos intelectuales de Alfaro fueron sus coidearios liberales, y los asesinos materiales fueron los militares que se encargaban de su custodia, así como el pueblo quiteño, donde todos los estratos sociales estuvieron representados –con apellidos y dinero de por medio, ricos y pobres, blancos y cholos-, en el arrastre y posterior incineración de los cuerpos participaron cerca de 5000 personas directamente según el testimonio de Federico González Suárez.

Las muertes, el pueblo:
Gabriel García Moreno despachó a su edecán poco antes de ser asesinado debido a la seguridad que prevalecía en su entorno, caminaba en la calle sin guardaespaldas y no se protegía –imprudentemente tal vez- más que con una pequeña pistola que guardaba en su cinto; enfrentó en solitario a los 4 asesinos materiales, ante quienes se defendió con su bastón dejándolos absortos en su valentía. Cayó mortalmente herido por 6 balas y 14 machetazos, tan solo después de haber batallado físicamente con los “canallas” hasta el último aliento. ¿Quién defendió a García Moreno? ¡El pueblo! Un hombre del pueblo, un negro zapatero, su nombre era Daniel Cortés, quien recibió varios machetazos por este hecho.  Pobre pueblo huérfano: “Un hombre Antonio Martínez, compadecido de la desgracia, corre y se abraza a la cabeza de García Moreno diciéndole: ‘Taitiquito mío, ¿Qué pasá?’ Otro hombre del pueblo, Vicente Montero, que se hallaba en los jardines del parque cercano, acude también presuroso a levantarle del suelo, ve que le corre sangre por el lado derecho de la cabeza y también esta con ambas manos, dice: ‘Vida mía, lo mataron’.” También otro negro Rafael Nogales, fiel servidor de García Moreno, se interpone entre Rayo y García Moreno, así como varias mujeres entre las cuales está Margarita Carrera.  La última acción en vida de García Moreno fue disculpar a sus asesinos, por medio de un afirmativo apretón de manos al canónigo que le asistía en su última hora.
Eloy Alfaro tuvo en su último trayecto de Guayaquil a Quito tuvo que ser protegido por la fuerza pública para que no fuera ultimado por el pueblo en las distintas estaciones por donde transitaba el tren que lo conducía a su desconocido destino final. Al llegar a Quito, el ejército tuvo que contener a la gente amontonada en Chimbacalle, se la intentó dispersar, sin embargo fue imposible debido a los ánimos y a la decisión del pueblo de tomar justicia por mano propia. Finalmente fue imposible evitar la tragedia y después de ser ejecutado sin miramientos en el penal, Eloy Alfaro y las otras víctimas fueron linchados y arrastrados por toda la ciudad, siendo finalmente incinerados los cadáveres en el parque de El Ejido. ¿Quién defendió a Alfaro? Nadie. ¿Y el pueblo? El pueblo arrastró a Alfaro. La última acción de Eloy Alfaro en vida, fue ocultar en los pliegues de su ropa algunas libras esterlinas que traía consigo.

Las últimas palabras:
Ante la muerte, término anulador de la existencia, las última palabras de un hombre… libre de todo condicionamiento ya, pueden definir su vida y su obra.
Las últimas palabras de Gabriel García Moreno fueron: “¡Dios no muere!”
Las últimas palabras de Eloy Alfaro fueron: Nada… El jefe de la cochera presidencial José Cevallos quien mató a Alfaro, le preguntó antes de dispararle con un fusil: “¿Dónde están viejo sin vergüenza, los millones que has robado?” A lo que Alfaro no respondió. Errónea y estúpidamente se ha dicho que Alfaro pronunció estas como sus últimas palabras “La libertad no se implora de rodillas, se conquista en los campos de batalla”, mientras era incinerado el 28 de enero de 1912 en el parque El Ejido de Quito. Lo cual es imposible debido a que para entonces Alfaro tenía algunas horas de muerto.
Los cuerpos y los funerales:
El cuerpo de García Moreno fue cargado por el fiel negro Nogales. La gente se acercaba a este para poder “venerarlo”,  procurando empapar alguna prenda “ con la sangre del mártir”. A García Moreno se le ofrecieron funerales de Estado, presididos por él mismo en la Catedral Primada de Quito, donde el gobierno y el pueblo pudieron rendirle honores y lamentarse en largas filas venidas de todos los rincones del Ecuador, durante varios días antes de su entierro.
El cuerpo de Alfaro, o lo que quedaba de él, fue levantado por  la policía que impidió que sea recogido por tres sacerdotes bajo la orden del Arzobispo de Quito para ser llevados al cementerio de El Tejar; sus coidearios liberales fueron incapaces ni siquiera de reclamar sus restos. Lo que quedaba del cuerpo carbonizado fue prácticamente feriado, un extranjero compró un brazo a un sucre y un perro se llevó una canilla. De allí los restos fueron llevados a la Sociedad Funeraria Nacional al mando de un liberal clerófobo que se negaba a entregar el cuerpo a su familia, aduciendo que “los restos de esta mortecina cada 28 de Enero deberían ser paseados de nuevo por las calles de Quito”. Finalmente lo poco que quedó de Alfaro fue traslado a Guayaquil sin pompa, ni gloria, ni actos oficiales.   

Las reacciones oficiales:
En la misma tarde del 6 de Agosto de 1875, día del asesinato de Gabriel García Moreno, Francisco Javier León, Vicepresidente de la República, encargado del Poder Ejecutivo se dirigió a sus compatriotas con estas palabras: “El más atroz de los crímenes se acaba de perpetrar por viles asesinos. En conformidad con lo que dispone nuestra carta fundamental me he encargado del Poder Ejecutivo: contando con el patriotismo de los ecuatorianos para salvar nuestra religión e instituciones. Propietarios, artesanos, hombres honrados confío en que vosotros me ayudaréis. DIOS NO SE MUERE eran las palabras que tenía en sus labios la ilustre víctima. Quito, agosto 6 de 1875. Francisco Javier León.” A la muerte de García Moreno no se siguió una revolución general como ingenuamente esperaban los asesinos, todo lo contrario, lo que siguió fue un desamparo total en el país.
El 29 de enero, el día siguiente a la muerte de Eloy Alfaro, Leónidas Plaza –jerarca liberal, autor intelectual y cómplice del asesinato de Alfaro y sus colaboradores-, Director de la  Guerra se dirigía jactanciosamente al Ecuador en estos términos: “Leónidas Plaza G. General en Jefe del Ejército Constitucional que conducido de triunfo en triunfo desde las faldas del Pichincha hasta las márgenes del Guayas, ha pulverizado al monstruo de la revolución alfarista que amenazaba devorar la República y sepultarla en el abismo de la infamia.”  A la muerte de Alfaro, siguieron matándose entre liberales por el poder.

Los Proaño:
Eloy Proaño y Vega, Secretario de Estado del último gobierno de García Moreno nos relata lo siguiente en su “El 6 de Agosto” sobre su última acción junto a su líder: “¡Quién me hubiera dado morir aquel día y exhalar el postrero aliento traspasado de dolor junto al cuerpo sangriento donde moró ese espíritu inmortal cuya desaparición llorará por siempre el Ecuador! Abracé su cuerpo como el de un padre y procuré alzarlo, más me fue imposible sobreponerme al dolor que embargaba mi espíritu; y entregando el despedazado cadáver en brazos de cuatro o seis personas que ya en esos momento se habían acercado, lo hice conducir a la Iglesia Catedral, donde espiró a los pies de esa misma Cruz, que pocos días antes había paseado sobre sus hombros por las calles de la capital.” Eloy Proaño vio ensangrentada toda su ropa durante este trance.
El oficial Aurelio Proaño al ver entrar al general Eloy Alfaro al panóptico de Quito ese 28 de Enero de 1912, le da con un fusil un culetazo que lo arroja al suelo, demostrando así su desprecio por quien él consideraba había hecho tanto daño a la patria… curiosamente un guarda Núñez lo coge del brazo y trata de ayudarlo llevándolo a otro lugar del penal.

La Masonería:
La Gran Logia de Lima celebró apoteósicamente el triunfo de Rayo concretado en la muerte de García Moreno  el 6 de Agosto de 1875 con una gran tenida en su honor y teniendo una cada aniversario del 6 de Agosto desde entonces para conmemorar la gran proeza. Tiempo después, esta misma Logia de Lima, la matriz de la masonería sudamericana, mandó a pintar un cuadro de la escena del asesinato para que reposara como trofeo en su sede.
El 31 de Marzo de 1912 la logia de Panamá, Rosa de América N°36, celebró sesión solemne en memoria de Eloy Alfaro y demás muertos del 28 de Enero en un linchamiento popular. Allí un orador dice: “Eloy Alfaro como gobernante o como gobernador destacó su espíritu  masónico en la ruda lucha por implantar en su patria los ideales del progreso (los de ir siempre adelante y hundirse más y más en un horrible pantano, según expresión moderna de Churchill), que son los ideales de la masonería. Eloy Alfaro vive en la memoria de todos  los hijos de la Viuda como reguero interminable de luz.”

La impunidad:
Lamentablemente las dos muertes coinciden en la impunidad de sus asesinos, una latente señal del Ecuador como país; si bien hubo acciones judiciales en ambos casos, e incluso en el caso de García Moreno se sentenció a muerte a uno de los asesinos, Manuel Cornejo Astorga; sin embargo el resto de responsables nunca fue sancionado de la manera debida… al punto que tanto los asesinos intelectuales y materiales de García Moreno y Alfaro, no solo que no fueron castigados, sino que además ocuparon importantes cargos en la Administración Pública del País.

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