En el
bosque fragante de abetos y de encinas,
Envuelto en
oleadas de nieblas matutinas,
Caminaba en
silencio, fijo el recuerdo en Ti;
Lleno de la
dulzura del pan divino diario,
Llevándote
en mi pecho como vivo sagrario,
Bastaba
para oírte callar dentro de mí.
Y tu voz me
decía con entrañables dejos:
“¿Qué
sobresalto es ése? ¿Quién te ha dicho que lejos
Me perdí,
cuando amante siempre a tu lado voy?
¡Ciego que
andas llorando soñadas desventuras!
-porque un
tiempo cercene mis gustos y ternuras,
No es para
que así llores, si al fin contigo estoy…”
Y
respondía: “Es cierto; mas mi alma no resiste,
Protestando
en su angustia, desmejorada y triste,
Que así
vivir no puede, que has de dejarte ver…
Que tu
ausencia la punza con escozor de espina,
Que tu
adusto silencio lentamente la mina:
¡por algo
eres, Bien mío, la vida de su ser!”
(Espinosa Polit, Aurelio: Poesías Completas, Quito, 1996, p.50)
Comentarios
Publicar un comentario