Marechal o como escribir dibujando

 

La poética, la humorística y la metafísica: ingredientes para la obra de un escritor largamente exilado en su propio país.

Por Fernando Alonso



En el séptimo piso de un departamento de la avenida Rivadavia al 2300, en el cual habitan Leopoldo Marechal y Elbia Rosbaco, su mujer – también escritora y poeta - , ARTiempo los enfrenta en el mismo lugar – el “taller” – donde ambos trabajaban. La conjunción generó el siguiente diálogo:

 

-          Marechal: ¿En qué momentos escribe del día usted?

-          Escribo poco, bien que regularmente, durante las horas que siguen al mediodía  en este mi “taller de las letras”.

 

-          ¿Está generalmente solo o acompañado?

-          Me acompaña Elbia, mi mujer, que a mi lado escribe sus poemas o sus narraciones. Compartimos, pues un mismo “silencio creador”.

 

-          ¿Cuántas horas suele descansar y cuántas escribir diariamente?

-          Necesito dormir ocho horas. El resto de mi día lo dedico a escribir (no mucho, ya dije), a recibir a las personas (jóvenes en su gran mayoría) que desean conversar conmigo, a leer y a meditar (sobre todo a meditar).

 

-          ¿Cuál fue su primer poema? ¿Recuerda cuándo lo escribió y su fue publicado?

-          Lo escribí a los once años, se titula “El poéma de la Física”. Me dirá usted: ¿por qué un poema a la Fisica? La ciencia contemporánea, en lo macroscópico y en lo microscópico, se aproxima cada vez más a las “fronteras del misterio”; y esas fronteras, precisamente, son las que busca y frecuenta la poesía.

 

-          En el tiempo que va de uno a otro, ¿varió su técnica para escribir poesía?

-          Mi técnica varió en lo que defini alguna vez como “dos llamados al orden”, desde mi vanguardismo inicial de “Martin Fierro” hasta mi actual sistema de composición literaria. Di rienda suelta al “espíritu” y discipliné a la “letra”.

 

-          Sus poemas fueron escritos inmediatamente después de haberlos imaginado, o al cabo de un tiempo breve o largo?

-          Según las normas del “Arte poética” que figura en mi “Heptamerón” la “forma sutil” de mis poemas tiene un período necesario de gestación y madurez interna, frecuentemente largo, antes de pasar a su encarnación en el idioma. Son dos operaciones del trabajo poético: una que se cumple “ad intra” y otra que se cumple “ad extra”. A mi juicio, la más importante es la primera y atañe a la “inspiración”; la segunda, posterior y complementaria, sólo atañe al “arte”.

 

-          ¿Usted acostumbra a corregir sus poemas a medida que los va escribiendo, o después de un tiempo?

-          Los corrijo insistentemente (la “lima” de Virgilio). Aun publicados, mis poemas suelen aparecer con muchas variantes en sus reediciones.

 

-          ¿Los escribe a máquina o en forma manuscrita?

-          En forma manuscrita. Luego los paso yo mismo a máquina, lo cual es otra tentación a las correcciones.

 

-          ¿Existe alguna diferencia entre su método de labor como poeta y como novelista?

-          Si, existe una diferencia fundamental: en tanto que poeta, escribo solo cuando tengo necesidad de “cantar” (y los pájaros hacen lo mismo), como novelista, después de haber concebido y planificado una novela, trabajo regularmente en mi taller como lo hace el ebanista o el herrero.

 

-          ¿Cómo, dónde y cuándo nació en usted la idea de escribir “Adán Buenosayres”?

-          “Adán Buenosayres”, o su idea, nació cuando me sentí dueño de una cantidad de ontologías y experiencias que no entraban en los límites actuales de la poesía. Inicié su escritura en París y en el año 1930.

 

-          ¿Cuándo la terminó?

-          La terminé en Buenos Aires, en 1948. Dieciocho años más tarde, tras abandonarla y retomarla muchas veces.

 

-          El proceso de corrección de originales, ¿le demandó mucho tiempo?

-          A mediados de 1948, y antes de su inminente publicación, tuve que corregir los originales en su totalidad, añadir, quitar e interpolar textos, lo cual fue para mí un trabajo descorazonante a veces y otras alentador. El novelista debe evitar su propio “cansancio”: ese cansancio pasa fatalmente a su novela y luego a su lector que lo advierte aunque no se lo explique.

 

-          ¿Podría recordarnos cuál fue la técnica que usted empleó para crear sus personajes, sus escenas, sus lugares?

-          Dije alguna vez que una novela es una “autobiografía” integral del narrador, ya que todos sus personajes, de alguna manera, son una “modalidad íntima” del propio artífice, tanto los buenos como los endemoniados. Al describir a un asesino, por ejemplo, el novelista describe “su” posibilidad de ser un asesino. Hacer “actuar” a los personajes requiere, además, una idea muy clara de los escenarios y los tiempos en que deberían moverse. Por mi parte, suelo ayudarme con dibujos, itinerarios y escenografías que preparo yo mismo.

 

-          Entre “Adán Buenosayres” y “El banquete de Severo Arcángelo”, ¿existió alguna diferencia en su método de escribir?

-          Hay muchas diferencias en los “recursos” de narración: porque los recursos deben elegirse y usarse según el “qué”, el “cómo”, el “por qué” y el “para qué” de cada obra novelística. Eso en cuanto a su manifestación “externa”; en cuanto a a la “interioridad” de sus estructuras, mis dos novelas responden a las tres cuerdas que uso por igual en ambos trabajos; la poética, la humorística y la metafísica. Y ello es muy natural, ya que las tres cuerdas que dije pertenecen a mi ser propio e inalienable.

 

-          Eso último, ¿se ha modificado en cuanto a la novela que se encuentra escribiendo?

-          La tercera novela que tengo en preparación se realiza también según las tres cuerdas instrumentales que dije. Pero difiere de las otras dos en sus “recursos” externos. Si, por ejemplo, “Adán Buenosayres” utiliza el “simbolismo del viaje” (Odisea), mi nuevo relato sigue el “simbolismo de la guerra” (Ilíada). Entre los recursos externos, figurarán también los hallazgos de lenguaje y de composición que deben usarse a veces (¡y sólo a veces!) para colorear las materias grises y alivianar la materias pesadas que una novela (como el mundo) nos impone inexorablemente.

 

-          ¿En qué etapa de su proceso se encuentra la misma?

-          Tengo escrita ya la mitad de la novela. Su plan está completo, pero no cerrado, ya que me gusta dejar en él todas las “fisuras” necesarias a lo imprevisto y la inspiración que nunca se deja “planificar”.

 

-          Mientas usted se encuentra dedicado a preparar o escribir una novela, ¿puede practicar los demás géneros literarios?

-          Suelo practicar a la vez todos los géneros, ejercicio que, “por variación”, me procura un descanso en la fatiga de escribir. No olvide usted lo que le dije sobre el “cansancio” del novelista, de la novela y del lector.

 

-          ¿Sus obras de teatro llevaron el mismo proceso técnico que novelas al ser escritas?

-          Sí, pero con una diferencia. El teatro requiere una “objetividad” mayor que la novela, ya que su comunicación con el espectador es más directa y se da en una sola vez generalmente. Hablo del teatro en su acepción tradicional, vale decir como “espectáculo” que se ofrece al público según el “movimiento”.

 

-          ¿Usted ve televisión, escucha radio, va al cine, lee diarios, pasea, recibe visitas mientras están en gestación sus libros?

-          Leo diarios, pero lo estrictamente necesario a mi información de lo que pasa en el mundo. Con Elbia vivimos una existencia de interior y salimos muy poco. Pero en nuestra casa recibimos a nuestros amigos y a todos aquellos que lo solicitan por razones de afinidad y comunicación. Veo mucha televisión, y los que, a mi juicio de muchos, son los peores programas (seriales de espionaje, del west, de pistoleros y otras menudencias), en mi caso particular la televisión me sirve, no sólo para “desconcentrarme” de mi trabajo intelectual, sino también a manera de una “catarsis” o purga necesaria.


 
Fuente: Marechal o como escribir dibujando en revista ARTiempo, Bs.As., Abril-Mayo de 1969 – AÑO I, p.p. 18-19

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