I
Para Ti nuevos
versos. Pues en Ti hallé ¡oh Amada!
Sendero de
placeres para cruzar la vida;
Por Ti encontré
una interpretación al universo;
Por Ti creo
y espero con serena alegría.
II
Antes he
sido uno de tantos infelices
Que aguardan
en los libros encontrar su camino,
Y que los años dejan transcurrir vanamente
Mientras les
pudre el alma cáncer de pesimismo.
III
La
conciencia para ellos es un perro que ladra;
Su voz
áspera y ronca sólo en la sombra escuchan,
Y si leen
algún día de su alma en el fondo
Apenas deletrean
esta palabra: ¡nunca!
IV
Otros viven
y viven y sin saber si viven…
Jamás han
indagado lo que sigue después;
Se aturden
en la feria sin mirar un instante
La ruta que
concluida ya no se vuelve a ver.
V
Hay muy
lejos, tal vez muy cerca, una comarca
De la cual
sólo el nombre se sabe: Eternidad.
Comarca
misteriosa, más allá de los mundos,
Más allá de
la vida, más allá, más allá…
VI
Eternidad
existe desde el principio mismo,
Está en el
alma humana y es del mundo la esencia,
Nos penetra,
nos llena de misterio y de ensueño
Y nos llama
a anegarnos en su ánima inmensa.
VII
¿Cómo es
que tantos hombres viven indiferentes
Sin saber
que ellos mismos son parte de lo eterno?
Tales
hombres no viven con la vida del alma:
Viven ¡ay! Carnal
vida como si fuesen perros.
VIII
¡Oh que
insensatos somos! Siendo el camino breve
Lo andamos
cual si nunca se acercara el final,
Sin acordarnos
que Ella nuestros pasos acecha,
Sin saber
si es Mañana, si es Hoy cuando vendrá.
IX
Busquemos
en los nimbos ignorados del alma
La región
que pudiera redimir nuestro ser,
Y ahogando
al hombre antiguo infundir en el nuevo
Los tercos
e indomables alientos de la fé.
X
Por eso,
amigos míos, yo vengo aquí a deciros
Palabras de
ideales, de acción y de esperanza.
¡Oidme mis
amigos! Mis palabras son viejas
Pero hace
mucho tiempo tal vez que no se hablan.
XI
La vida es
plenitud de amores y de ideales,
Pero ¡ay! Los
mismos hombres las tornan dura y triste:
Crean necesidades,
se encombran de inquietudes
Y complican
las cosas que de suyo son simples.
XII
¿Acaso no
tenemos que cumplir un destino?
¿No es este
el fin más alto sobre los fines todos?
¿Porqué nos
preocupamos pues de lo secundario
Y olvidamos
que hay algo más esencial: lo otro?
XIII
Hay gentes
desdichadas que se pasan la vida
Planeando del
mañana mil y una pequeñeces
En lugar de
exprimir la íntima belleza
Que en las
horas actuales nos ofrece el presente.
XIV
Porque en
todas las cosas del Universo, en todas,
Puso algo
de hermosura la voluntad de Dios.
Y así para
no ser infelices busquemos
La gota de
belleza que contiene el dolor.
XV
¡Belleza
del dolor! Santa y honda belleza:
Belleza de
la resignación cristiana y muda:
Belleza en
bendecir los males corporales,
Las tenaces
miserias, las más hediondas pústulas…
XVI
Dolores y
placeres pasan por nuestras almas
Cual por
una ventana pasan todos los vientos.
No cerremos
las hojas; que entren los vientos todos:
Vivamos vida
plena gozando y sufriendo.
XVII
Dentro de
cada uno llevamos una víbora
Que nos
deja su horrible ponzoña sobre el alma.
Preciso es,
si queremos ser en verdad felices,
Sacarnos esa
víbora que es la soberbia humana.
XVIII
Sí, sí; los
hombres todos, los grandes, los que forman
La escoria
de la raza, todos serán felices
Cuando reine
en la tierra la bondad, cuando todos
Alcancen el
pináculo moral de ser humildes.
XIX
¿Y el amor?
Ah, si cada ser humano olvidara
Ese absurdo
egoísmo que para el mal nos mueve,
Se llegaría,
dándoles el más alto sentido,
A embellecer
la vida y a dominar la muerte.
XX
Y por fin
mis amigos yo quisiera alabaros
La fe, la
más preclara de todas las virtudes;
La fe que
es un camino real hacia el infinito,
Por donde
los ensueños pasan en muchedumbre.
XXI
La fe es un
santo dogma para las almas simples,
Es como un
logaritmo de pura idealidad,
Es una
impenetrable coraza de misterio
Contra las
realidades y contra Calibán.
XXII
He concluido.
Y ahora vuelvo hacia Ti mis labios
Para hacerte
la ofrenda de mi buena palabra,
A Ti que
llevas dentro de tu alma un divino
Tesoro de
ideales, de amor y de esperanza.
XXIII
Y a Ti oh
Amada, vaya todo este libro mío,
Y humildemente,
como conviene para él:
El pobre
libro mío que si algo tal vez vale
Es porque
tú le diste los ideales, la fe…
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