“Todo escritor tiene derecho a que busquemos en
su obra lo que en ella ha querido poner. Después que hemos descubierto esta su
voluntad e intención nos será lícito aplaudirla o denostarla. Pero no es lícito
censurar a un autor porque no abriga las mismas intenciones estéticas que
nosotros tenemos. Antes de juzgarlo tenemos que entenderlo. Lo propio acontece con
el pintor o con el músico. Quien, habituado a la plástica REALISTA, mira un
cuadro del Greco, suele no verlo. Esa mirada REALISTA consiste en una
predisposición a hallar la semejanza entre una superficie pintada y un trozo de
corporeidad existente. Como el Greco no se ha propuesto en buena parte de sus
cuadros crear esas semejanzas, claro es que no las hallamos o, mejor, que
hallamos el vacío de lo que buscábamos. Y esta incongruencia entre el lienzo y
nuestra predisposición deja en nosotros un sentimiento de fracaso. En lugar de
reconocer que la pista seguida por nuestra mirada para entrar en el cuadro era
falsa, hacemos a éste responsable de nuestra desilusión”.
Ortega y Gasset, José:
El espectador, SALVAT editores,
Navarra, 1970, p.40
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