1
Veloz
viento desolado
Mueve en la
mañana inquieta
Incertidumbre
secreta
Que nos
muerde en el costado.
Desmenuzado
en las hojas
Secas de la
calle umbría,
Sólo el
celaje porfía
Con el gris
de sus congojas.
Levanta
rachas hirientes,
Afianza dardos
de frío;
Si piensa,
tensa en el río
Barro que
azota las frentes.
Y al
esperarse en el puerto
De la
ribera aterida,
Más raudo
corre en la herida
Su oscuro
filo desierto.
2
Si con la
escarcha acongoja
Su frente
la brisa pura,
Hunde al
fresno en la tersura
De la luz
que lo deshoja.
Con un
gélido vaivén
Al aire
frío le basta
Para hendir
la altura casta
Del árbol
de sus sostén.
Sus soplos
buscan la calma
Del pensamiento
medido;
Hojas secas
teje el nido
Que forma
el hielo en el alma.
Y ante la
dura pasión
De la
helada que lo aferra,
Forja en
sus ramas la tierra
La punta de
su canción.
3
Ya fluye el
aura en su frente.
De su
virtud melodiosa
Llega la
llama riesgosa
De su
cuerpo incandescente.
Ya insume
frío en el orbe.
Por la
estela de su paso
Sube el
fresno del ocaso
Que en rojo
fuego se absorbe.
Ya en el
río y en su hondura
Alienta un
fino decoro,
Arduamente abierto
en oro
De pensativa
ternura.
Ya en la
ceniza apagada
Sopla el
azul a su nido
Densa lumbre
del tejido
De su voz
ensimismada.
2002
Rossi, Arnaldo C.: Poemas de los senderos, Ediciones Cielos Abiertos, Bs.As., 2002, p.
50-51
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