Revelación bíblica e historia
“La actitud
histórica del pueblo de Israel es la primera en romper el círculo clauso donde
se mueve el hombre antiguo. Israel nace a la historia bajo la presión de la
promesa de Yahvé. Esta promesa, un tanto vaga e imprecisa en sus comienzos,
adquiere en el proceso histórico de este pueblo mayor consistencia. Anuncia el
tiempo del Mesías, el rey salido de la raza de David que ha de colmar la
esperanza de sus fieles dándoles la posesión de un reino sin desmedro.
Esta creencia
– escribe Servier – anima una concepción nueva de la ciudad. Ya no es el trazo
de un círculo mágico para reintegrar el hombre al universo y aprisionarlo en
sus ritos. Librada de toda muralla religiosa, la nueva ciudad es la reunión de
los hombres que la empuja hacia el futuro, hacia el gran acontecimiento
previsto por la promesa.
El pacto de
la “alianza” establece la realización efectiva de ese gran suceso. ¿En la
historia o allende la historia? La respuesta a esta pregunta escindirá en dos
talantes opuestos el pensamiento religioso de inspiración bíblica: el
milenarismo carnal con su esperanza puesta en la realización histórica del
reino, o la interpretación sobrenatural del mensaje de Cristo con su promesa
del Reino esjatológico para los elegidos.
El choque
trágico de ambas concepciones se hace sentir durante la vida misma de Cristo y
posteriormente dividirá las civilizaciones de inspiración cristiana – y por su
mediación el mundo entero – entre los que esperan la solución del enigma de la
historia de un esfuerzo titánico del hombre y aquéllos que ponen su esperanza
en la realización del reino esjatológico que Dios instalará definitivamente al
fin de los tiempos.
Antes de
examinar la índole de las esperanzas desatadas por la tradición bíblica,
conviene reflexionar un poco sobre la fe, como base de la esperanza y luego
sobre la esperanza misma tomada en su doble aspecto humano y teologal.”
Calderón Bouchet, Rubén: Esperanza,
historia y utopía, Dictio, Bs.As, 1980, p.p. 34-35
(…)
“La esperanza
esjatológica o teologal tiene su fundamento en la fe y vale en tanto la fe
misma confirma su posibilidad sobrenatural y mi conducta religiosa me hace
acreedor de ella. La esperanza mundana se torna utópica cuando se funda en un
futuro que el sujeto mismo de la esperanza considera inaccesible. Es una
esperanza delegada en otros y por ende siempre postergada. Por lo demás, toda
esperanza mundana que pretenda ser definitiva es necesariamente utópica.”
Calderón Bouchet, Rubén: Esperanza,
historia y utopía, Dictio, Bs.As, 1980, p. 48
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